Un día de función
Las representaciones teatrales en Atenas comenzaban al amanecer.
La gente acudía con la cabeza adornada como para una ceremonia religiosa.
¿Era admitido el público femenino? Para la tragedia, la respuesta no ofrece ninguna duda; en un texto de Platón se puede leer: "las mujeres más honorables y más cultas las frecuentaban".
En lo que concierne a la comedia, seha objetado, no sin aparente razón, la falta de pudor de las obras que se representaban a menudo. Pero no hay que olvidar que habían sido en su origen, y habían seguido siéndolo, un acto de culto en honor a Dionisos. De manera que se puede afirmar que ninguna ley excluía de las representaciones teatrales a las mujeres.
Para facilitar la distribución de los asientos, en esos vastos recintos que constituían los teatros antiguos, tuvieron que tomarse algunas medidas prácticas.
En Atenas, es casi seguro que cada una de las Diez Tribus tenía su sección particular llamada kerkis (lugat desde donde se contempla).
Otros emplazamientos estaban reservados al Consejo de los Quinientos, a los efebos, a los extranjeros, tal vez también a las mujeres.
Además, cada espectador, recibía cuando entraba al teatro, una ficha (symbolon) en cuyo anverso había letras del alfabeto que designaba la sección donde debía dirigirse.
El precio de la entrada era de dos óbolos por asiento y por día. Pero hacia el año 411 a. de C., los menos pudientes recibieron del Estado una subvención, calculada a razón de dos óbolos por día de fiesta, que les permitía asistir gratis a todas las representaciones teatrales.
Funcionarios llamados perdigueros, y apostados en la orchestra sobre los escalones de la thymele, estaban encargados de la función de policía.
La clasificación final en los festivales era pronunciada por un jurado.
La composición oficial de este jurado se hacía confeccionando una lista general y, después, se llevaban a cabo dos fases eliminatorias que tenían por objeto evitar las confabulacines y el fraude.
La lista general era confeccionada por el Consejo de los Quinientos, asistido por los coregas, en igual número de nombres por tribu. Esos mombres eran depositados en diez urnas que correspondían a las diez tribus.
El Arconte Epónimo extraía al azar de cada urna un nombre; y las diez personas así designadas oficiaban como jueces y, una vez finalizado el festival competitivo, emitían su voto.
Su votación no era la definitiva. Un nuevo sorteo los reducía a cinco votos, y esos cinco votos emitían el veredicto. En general, los veredictos emitidos por los jurados parecen haber sido equitativos y justos.
Del número de victorias obtenidas por los tres grandes poetas trágicos de la tragedia, Esquilo y Sófocles resultaban triunfadores dos veces de cada tres, y Eurípides una de cada cinco.
El premio, tanto para el poeta trágico como para el protagonista vencedor, consistía en una simple corona de hiedra, otorgada por el Arconte Epónimo delante de todos los espectadores.
Todo corega vencedor en un concurso, de tragedia o de comedia, dedicaba a Dionisos un exvoto.
Otras veces, sobre todo cuando se trataba de una coregía cómica, se consagraban algunos objetos de atrezo utilizados por el coro: coronas, máscaras, etc.
El Estado, por su parte, después de cada festival, consignaba sus resultados en actas escupidas sobre mármol y depositadas en archivos.
OCTAVE NAVARRE
Las representaciones dramáticas en Grecia
La Pajarita de Papel ediciones