La emoción
Shakespeare no abrigaba ideales de ninguna clase, y menos aún de índole político; y, aunque también haya representado magníficamente luchas y conflictos políticos, siempre rebasa su carácter y propósito específico, llegando siempre, a través de todo eso, a lo único que fundamentalmente le atrae: la vida.Este sentido de la vida es otro encomio que se suele conceder a su obra, que es por eso tenida como esencialmente dramática, es decir, animada por el sentimiento de la vida considerada en sí misma, en su perpetua discordia, en su mixtura agridulce, en toda su complejidad y contradicciones.
Shakespeare, que tiene una emoción tan intensa de los límites en que la voluntad humana se encuentra circunscrita por el todo que la sobrepasa, lo tiene igualmente de la fuerza de la libertad humana.
El bien o la virtud en Shakespeare, es sin duda, más fuerte que el mal y la perversión, pero no porque supere y resuelva en sí el término opuesto, sino simplemente porque es luz frente a la tinieblas, es virtud en suma, a causa de su cualidad misma, que Shakespeare discierne y presenta en su pureza y verdad originales, sin falsearlas ni debilitarlas.
Un sentido tal de lo contrastes en su unidad vital, un tan profundo sentido de la vida, hace que la visión no se simplifique ni frivolice en las antítesis de seres buenos y perversos, de elegidos y réprobos, y que el contraste sea presentado, con diversas gradaciones y medidas en cada ser y la lucha sea llevada a cabo con plenitud en el seno mismo de las cosas.
BENEDETTO CROCE
Shakespeare
La Pajarita de Papel ediciones